Aquella
búsqueda de tranquilidad me aparta de tu recuerdo.
Mi memoria, se escurre entre mis deseos apagándose y encendiéndose mientras me traiciona.
Pensar que las expectativas a veces pueden ser armas para un daño autoinflingido. Saber que estás por ahí y que cada intento de estar bien es un paso que me aleja más de ti.
La paz no tiene tu nombre o quizás tiene tu forma pero no eres tú.
Tengo tanto tiempo evitándolo, escondiendo estas heridas de mí misma, mirándome en el espejo y casi recitando como un mantra “Yo estoy bien” cuando soy un desfile de pedazos. Es casi un acto porque tengo la fuerza de unir cada partícula de mí cuando necesito ser esa mujer fuerte, pero a veces en una cola del banco, en una lluvia durante el tráfico, sólo en esos momentos me llegan tus detalles y me doy cuenta que sigo rota.
Tengo tiempo sólo para llenar mis ojos de transparencias pero no me permito dejarlas caer en tu nombre.
Trato de borrar tus formas y vaya que lo he logrado, no te respondo, no pretendo ser una sombra, juro que me has dolido tanto que me has desarmado. No hay estrategia que valga ni amor que sosiegue tus restos. Quiero ser mía y por eso me engaño, no sé si funcione del todo pero por ahora ir en sentido contrario a tus pasos me devuelve la calma que me habías robado.
El problema son tus cenizas.
Voy a dejarte descansar en el letargo de mi memoria aunque mi cuerpo todavía tiemble por una caricia tuya, aunque tu piel tenga el sabor que me agobia.
Voy a extrañarte como la pieza perdida de mi rompecabezas, que aún sin ella no pierde la esencia de su imagen traviesa.
Voy a simplemente esperarte sin hacerlo, queriendo matarte entre lirismos, apartándome día a día de tus horas.
Mi memoria, se escurre entre mis deseos apagándose y encendiéndose mientras me traiciona.
Pensar que las expectativas a veces pueden ser armas para un daño autoinflingido. Saber que estás por ahí y que cada intento de estar bien es un paso que me aleja más de ti.
La paz no tiene tu nombre o quizás tiene tu forma pero no eres tú.
Tengo tanto tiempo evitándolo, escondiendo estas heridas de mí misma, mirándome en el espejo y casi recitando como un mantra “Yo estoy bien” cuando soy un desfile de pedazos. Es casi un acto porque tengo la fuerza de unir cada partícula de mí cuando necesito ser esa mujer fuerte, pero a veces en una cola del banco, en una lluvia durante el tráfico, sólo en esos momentos me llegan tus detalles y me doy cuenta que sigo rota.
Tengo tiempo sólo para llenar mis ojos de transparencias pero no me permito dejarlas caer en tu nombre.
Trato de borrar tus formas y vaya que lo he logrado, no te respondo, no pretendo ser una sombra, juro que me has dolido tanto que me has desarmado. No hay estrategia que valga ni amor que sosiegue tus restos. Quiero ser mía y por eso me engaño, no sé si funcione del todo pero por ahora ir en sentido contrario a tus pasos me devuelve la calma que me habías robado.
El problema son tus cenizas.
Voy a dejarte descansar en el letargo de mi memoria aunque mi cuerpo todavía tiemble por una caricia tuya, aunque tu piel tenga el sabor que me agobia.
Voy a extrañarte como la pieza perdida de mi rompecabezas, que aún sin ella no pierde la esencia de su imagen traviesa.
Voy a simplemente esperarte sin hacerlo, queriendo matarte entre lirismos, apartándome día a día de tus horas.
Sólo espero sin la mano en el pecho, con los brazos abiertos para lo que seas. Conocerte dos veces, tres veces, muchas veces. Conocerte.
P.