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Levantar la mirada y encontrarme con la tuya fue siempre esa corriente que encendió mis fibras.
Mirar a la puerta buscando un escape y que estuvieras tú, con un vaso de café en tu mano, mirándome fascinada, cómo cuando aparece el primer atisbo del mar entre las palmeras por la ventana del auto en el viaje de vacaciones.
Si bien nunca supiste dar sorpresas o ser muy detallista, yo siempre encontré lo maravilloso de ti en lo simple.
Qué triste que sólo estos recuerdos sean los que me aferran a ti, de cuando intentabas enamorarme, de cuando hacías todo por sorprenderme y hacerme sentir segura, de cuando estaba hecha cenizas y tú creaste algo mágico de eso.
Pero me devolviste, me devolviste al polvo con la misma mano con la que habías rescatado y no es hasta ahora, que ya no estás que puedo verlo.
Que puedo ver lo efímero de tu amor por las personas, por las cosas.
No es hasta ahora que te has ido, que puedo ver lo rota que estás y que ningún camino que tomes será el correcto si no sabes a dónde vas.
Te llevaste una parte de mi contigo y en cambio me has dejado llena de agujeros por donde ahora se me escapa el aire.
P.